miércoles, 20 de abril de 2011

Te desearía lo mejor, pero no puede

Ahora que él no puede tenerla, piensa que no puede vivir sin ella.
Algunas personas son graciosas.

adiós

- ¿Puedes decirme entonces qué ha cambiado?

Le preguntó sin mirarle. Hacía frío y estaba atardeciendo. Cada vez merecía menos la pena estar allí, no había nada por lo que permanecer ni allí, ni juntos.

- Qué pasa, ¿no respondes?

Él tenía la mirada fija y tampoco le miraba a ella. Estaban los dos sentados en un banco, relativamente lejos el uno del otro.

- No lo sé. – Dijo después de permanecer otro rato en silencio.

- A mí un “no lo sé” no me vale, y lo sabes. No porque no tenga tiempo para esperarte, sabes que a ti te esperaría toda una vida y así hago, si no porque no puedo quererte tanto, y que tú no sepas lo que sientes hacia mí.

- No sé, de verdad.

- ¿Sabes? ¡ése es tu problema! Nunca me diste una respuesta clara, pero siempre optabas más por el “sí” que por el “no”. Y ahora no me digas que no, porque esto tampoco lo sabes. Tú nunca supiste si me querías o no, o si sentiste algo por mí alguna vez, no sé qué pasó que cambiaste de opinión en un período de tiempo muy corto. Podrías aclararme esto alguna vez, creo que me lo merezco. Sabes perfectamente que te quiero y que lo hice desde aquel día, desde exac… - Las palabras empezaron a salir cada vez más despacio hasta que ya no pudo decir nada. Una lágrima cayó al vacío. Otro silencio entre los dos. No le había mirado en todo el tiempo que habían estado juntos. No iba a hacerlo.

Ella intentó que las palabras volvieran a salir como habían hecho antes, respiró profundamente, aunque cada vez le resultaba más difícil, con la nariz atascada.

- Es… Todo esto es una tontería. Si te hicieses a la idea de cuántas veces he planeado lo que iba a decirte te reirías de mí. Me siento tan ridícula. Parece como si estuviera dejando un mensaje de voz, yo sigo hablando y te crees que no es difícil, pero esto se me está haciendo un mundo. Creo que ni me estás escuchando, sólo me escuchan los árboles que hay aquí, porque en este parque tampoco pasa nadie ahora. Joder. Yo me voy de aquí.

- No, no te vayas, así no.

- Dame una razón por la que no debería irme.

- Dame tú una por la que debería convencerte de ello.

Y ella, que se había levantado para irse y decidida, se sentó a su lado de nuevo, volviendo a su postura inicial y mirando al infinito.

- Podría darte tantas y tantas. Pero te contaré la más reciente. ¿Sabes que hoy es la primera vez que lloro en esta semana?

- ¿Y eso qué significa o qué tiene que ver?

- ¿Ahora sí interrumpes?

- Continúa.

- Veía que iba a pasar esto desde el lunes. Lo he pasado mal esperando que llegase hoy, domingo para hablar contigo. Pero no conseguía llorar, ¿sabes por qué?

Silencio.

- Porque… ¿Quizás no era lo que sentías?

- No. Porque no sentía. No he sentido nada durante esta semana. Tenía ganas pero no tenía ganas de llorar a la vez. No era ni “sí” ni “no”, ni tampoco podía llegar a sonreír o a hablar durante mucho tiempo. Las ojeras cada vez eran más grandes y cada vez me sentía más sola.

- ¿Comprendes ahora, cómo me siento yo, con el “sí” y el “no” a la vez?

- Pero tú estás jugando conmigo, yo conmigo misma.

- Por eso esto no puede continuar. Y si un día no te hablo y al otro estoy muy agradable es porque me cuesta trabajo dejar de ser tu amigo de un día para otro, pero es lo que me he propuesto. Es lo que voy a intentar. No quiero hacerte más daño.

- Me harás daño si realmente te vas.

- Tengo que irme. Por mí y por ti.

- ¿Por mí? ¿Acaso me has preguntado? ¡Si me pasaría toda la vida contigo! ¿¡Cómo va a ser lo mejor para mí que te vayas!?

- Sé que no es fácil, lo he pensado durante mucho tiempo.

- Se ve que no.

Después de otro silencio que pudo durar minutos enteros, ya casi de noche, ella le miró, como cuando le conoció. La misma luz amarilla de la farola, la misma temperatura, cerca de ser la misma hora.

- Ahora que te he mirado por primera vez en toda la noche, he vuelto al primer día, donde empezó todo, sin querer, ¿sabes? En plan flash back – con la mano se limpió la nariz y enjugó las lágrimas. - y desde ése momento te vi tan grande qu… - las lágrimas empezaron a ahogarla. A vaciarla. Dejó de hablar. Empezaba a decir cosas que no iba a poder acabar, así que se limitó a decir lo que verdaderamente necesitaba. - Te quiero como nadie lo ha hecho ni lo hará nunca. Ahora si quieres, sí, puedes irte, pero una parte de mí se irá contigo, y con ella todas las cosas buenas. Cuando vuelvas, porque sé que volverás, volveré a ser feliz. Mientras tanto, intenta tú ser feliz. Estaré aquí cuando vuelvas.

Se levantó. Él quiso detenerla, o hacer algo para no sentirse tan mal, pero no salieron las palabras. Se quedó bloqueado, y de pronto sintió que formaba parte del banco.

Él se levantó y se puso delante, la miró pero no dijo nada. Que ella estuviese llorando por su culpa hacía que se sintiese tan culpable que las palabras habían huído. Qué cobarde. Cobarde. Habla joder. Bajó la mirada, pensó en una frase que podría quedar bien, y cuando levantó la cabeza ella ya se había ido.

domingo, 3 de abril de 2011

ya han pasado 3 meses de 5

Metió la cabeza entre las rodillas y se sentó como pudo en el suelo. Frío. Se echó el pelo hacia atrás y se apoyó en la pared. Todos seguían bailando bajo tantas luces; verdes, rojas, azules. Alzaban las manos hacia el techo y saltaban para poder alcanzarlo, o llegar más allá.
Ella no quería seguir escuchando, y escuchándole entre tanta gente. Miró hacia arriba. La inmensidad oscura que le atrapaba y le llevaba allí meses antes. Sonrió como una tonta, y las lágrimas salieron descontroladas conforme pestañeaba, cada vez más rápido por la risa que le producía. Parecía una broma, un desafío para ver cómo se había jodido todo.
- Pero no se ha perdido todo, ¿no? - se dijo a sí misma, a un nivel de voz tan bajo influido por la inmensidad que veía ante sus ojos, como si tuviera miedo. Era imposible enterarse. Y no sólo por la música tan fuerte que se encontraba tras la pared.
Se dijo a sí misma "basta" y se incorporó como pudo. Sacudió la falda y colocó la blusa en su sitio, volvió a mirar hacia arriba dejando caer las lágrimas que quedaban y limpió con cuidado para no dejar huella de haber llorado.
- ¿Hola?
No. No puede ser. No. No es él, no es él, no es él, no es él... Se repitió esta misma frase en la cabeza cada vez más rápido conforme se giraba. Sí. Sí, sí y sí. Sí era él.
- ¿Qué haces aquí? ¿Estás llorando?
- Qué dices, no. Bueno un poco, es que estoy preocupada.
- Bueno no te preocupes, sabes que todo se arreglará. ¿Vienes?
- Quería estar un rato más aquí.
- ¿Puedo quedarme?
- Si quieres sí.
- Sí que quiero.
Llegó a ponerse a su lado.
- Joder, es que luego dices que no eres alta.
- No lo soy, tengo los tacones puestos. Y no me lo repitas más, por favor.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? Porque se jodió todo por culpa de eso. Tengo muy claro qué hubiera pasado de haber tenido 4 centímetros menos y tú también. No me hagas decírtelo.
Él se quedó callado de pronto. Sabía que en el fondo ella tenía razón y volvió a darse cuenta de que ella seguía enamorada a pesar de que lo había negado tantas veces.
- ¿Y bien?
- Creo que yo también te quise.
- ¿Y ahora no?
Enfurecida porque no decía nada, se agachó y se quitó los tacones. Los dejó a un lado y se colocó en frente suya. Ella le miraba todo el tiempo, a él no podían distinguirse los ojos, pero estaba segura de que también le correspondía.
Pronto, sintió que tenía que hacer algo, romper con ese silencio, de alguna forma. ¿Gritar? No, llamaría la atención y se rompería no de la manera que ella quería. ¿Reír? No era una situación de risa. ¿Un abrazo? Tampoco, no sabía si seguían siendo amigos. Quizás nunca lo fueron.
Iba a seguir preguntándose qué podía hacer, pero su cuerpo actuó antes que su mente. Le besó. Así, sin pensarlo. Fue rápida, y después, se agachó y recojió los tacones.
Cuando se reincorporó y aún descalza le dijo:
- Tú sabrás qué haces con eso y tú decides. Pero decide ya.